En este tercer domingo de Cuaresma, san Juan ubica el relato de la limpieza (purificación) del templo al comienzo del ministerio de Jesús dentro del contexto de la Pascua, la más solemne de las fiestas, cuando los judíos peregrinaban hacia la Ciudad Santa. Desde pequeño, Él subía a la presencia de Dios, iba al templo y estaba acostumbrado a ver el comercio de los animales para el sacrificio ─que debían ser de primera calidad a la hora de ofrecerlos a Dios─; Él veía a los cambistas de monedas (que cambiaban las monedas romanas y griegas por la moneda del templo) quienes destinaban parte de las ganancias para sostener tan magno templo y observaba cómo cada Pascua el edificio se impregnaba de los malos olores resultantes de los sacrificios, unido al gran amontonamiento de peregrinos, año tras año.
Jesús, de repente hace un azote de cuerdas y saca a los animales y mercaderes (en un gesto profético, no de ira) criticando la presencia de estos en la casa del Padre porque denigraban este lugar sagrado. Sin duda una actitud escandalosa para sus enemigos, quienes ─por este hecho─ lo llevarán más tarde al suplicio de la cruz en el Gólgota. Luego, Jesús habla del templo de su cuerpo al afirmar que en tres días lo levantará, aludiendo al triunfo de su resurrección lo que ocasiona más impacto en sus oyentes.
No hay duda que el Señor hace respetar lo sagrado del templo y de su propio cuerpo, de su Iglesia, hoy la comunidad de bautizados. Nosotros debemos purificarnos de tantas cosas que nos quitan la sacralidad que hay en nuestro cuerpo y alma, la cual nos ha sido dada al haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, pero ¿Qué medios hay?
- El Éxodo nos recuerda el Decálogo de la Alianza busca proteger a la comunidad para que no vuelva a la esclavitud, cumplir los mandatos protege la santidad de Dios y nuestra propia dignidad;
- Pablo habla de un Cristo crucificado en el que no hay ninguna división, nosotros debemos estar a la altura de esta cruz evitando todo aquello que rompa las relaciones humanas, con Dios y con la naturaleza.
- Jesús habla de la resurrección de su cuerpo jugándose la vida en pro de las buenas causas, si así lo hacemos dignificaremos la propia y la de los demás. Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
Mensaje del Santo Padre Cuaresma 2018
Un corazón frío: “Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros? Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos.Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte. El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero”.