Este domingo está embellecido por la espera del sol naciente, nuestro Mesías cuyo nacimiento histórico celebramos en torno al pesebre navideño. Es una bendición celebrar una fecha tan especial que une en lazos de fraternidad y gozo a las familias cristianas que, con voces de regocijo, expresamos: ¡Feliz Navidad! Dos palabras llenas de la alegría de saber que Jesús nace, que está entre nosotros, que pasó haciendo el bien y que vendrá en su gloria para darnos el don de la vida eterna.
Así como el rey David tomó conciencia de construir una morada para Dios (para guardar el Arca de la Alianza), Él mismo le responde con gratitud prometiéndole una descendencia cuya casa y reino deben permanecer siempre firmes en la fe (ver 1ª Lect.), nosotros, este día santo de Navidad, debemos tomar conciencia sobre la morada del Dios en nuestra vida cristiana. La Navidad es guardar al Dios humanado en el corazón, un “misterio mantenido en secreto durante siglos eternos” y manifestado en la Sagrada Escritura; la Navidad es celebrar al Dios que se hace hombre para llegar a la obediencia de la fe de quien está por los siglos de los siglos en medio de nosotros (Ver 2ª Lect.).
Celebremos esta noche santa de la Navidad en la tónica de disponer el corazón con las tres actitudes originales que tuvo María Santísima ante el anuncio del ángel Gabriel:
1. Alegrarnos porque el Señor está con nosotros a pesar del pecado que cometemos en la vida cotidiana, porque Él nos llama a estar en su gracia (examinar la conciencia antes desear la feliz Navidad: ¿Habita en mí la gracia de Dios?);
2. No sentir temor de acoger al Dios que salva porque para Él nada hay imposible (tener sentido de vida, ganas de salir adelante, sentir la fuera del Espíritu de Dios actuando en nuestra humanidad tan necesitada de su presencia), y;
3. Ser humildes para reconocer que estamos llamados a seguir mejorando en hacer la voluntad del Señor: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Nos falta ser dóciles a la voluntad de Dios y decir sí cuando es necesario para nuestra santificación y salvación).
Que la Navidad sea un reflejo de estas palabras del papa Francisco: «Donde nace Dios, nace la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra». ¡Feliz Navidad para todos! Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.