Hemos llegado al último domingo del año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo rey del universo. La Iglesia nos invita a volver la mirada hacia Jesús crucificado, cuya decisión de entregarse, haciendo la paz por la sangre de su cruz, lo constituye en “rey del universo” en medio aquellos que le hacían muecas y se burlaban de él, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido», «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo» o el malhechor que le gritaba: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros» (Ver Lucas 23, 35-43).
Jesús reina desde la cruz y, cerca de la muerte, ejerce su autoridad cuando responde al “buen ladrón”: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso». Allí está la razón de su vocación profética llevada hasta el extremo, su decisión de entrar en Jerusalén, su voluntad para superar toda barrera política, social o religiosa. Por estas razones lo admiro, soy su discípulo, lo amo y lo sigo.
¿Cómo hacer fructífera esta admiración en la vida cristiana? Hagamos un examen de conciencia sobre nuestras actitudes a la luz del proceder de Jesús ─desde su entrada a Jerusalén hasta cuando es subido al madero santo─: ¿He sido capaz de tanto de amor, fidelidad, y testimonio en mi diario vivir? ¿He podido tomar decisiones y responder a los desafíos de las “Jerusalenes humanas” a la luz del evangelio? O, por el contrario, ¿he condenado la presencia del Señor en mi vida, desvirtuando la obra del Espíritu que habita en mí? Retomemos todo lo que vivimos este año litúrgico, los acontecimientos que nos marcaron, los momentos de oración y de lectio divina a la luz de la Palabra de Dios, las misas celebradas, los rosarios rezados, las promesas no cumplidas, los hechos de antitestimonio y la falta de coherencia con la cruz del Señor, en fin. Si terminamos reconociendo que nos costó llevar el reinado de la cruz de Cristo, solo nos queda dejarnos interpelar por el otro bandido del calvario: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena?... este no ha hecho nada malo». Luego, arrepentirnos e implorar como él: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino», ojalá tengamos tiempo. Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
- MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS: El Señor Arzobispo de Bogotá, cardenal Rubén Salazar Gómez, ha tomado la decisión de cambiarme de parroquia. Por tanto, los invito a participar de la acción de gracias al Señor por el quinquenio trabajado ─tanto en la parroquia como en el colegio─ el primer domingo de Adviento (1 de diciembre) en la misa de 12:00 m. Agradezco su oración, cariño y presencia. Fraternalmente, su servidor en Cristo, José A. Matamoros G. Pbro.
PÍLDORA LITÚRGICA 15: LA PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Primero se prepara el altar, colocando allí el Corporal, el Cáliz y el Misal. Luego, los fieles presentan ante el Altar el pan y el vino que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y que son recibidos por el diácono o el sacerdote. Se pueden traer otras ofrendas, para fines caritativos o para el sostenimiento del culto o de la misma parroquia y se colocan fuera de la mesa del Señor. ¿Qué significado tiene este rito de las ofrendas?
- Tiene un significado bautismal, porque sólo pueden hacer ofrendas los bautizados en comunión con la Iglesia.
- Tiene un significado eucarístico, porque los dones se presentan para ser consagrados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo
- Tiene un significado antropológico: ese ofrecimiento de los frutos más representativos del trabajo del hombre significa el ofrecimiento de cada fiel en concreto, de su vida, de su trabajo, de sus ilusiones.
- Tiene un significado social: no son ofrendas sólo individuales, sino de toda la Iglesia.