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Comentario a las lecturas del domingo

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Domingo 30º del Tiempo Ordinario - Ciclo C27 de octubre de 2019

Este domingo, ad portas de concluir el mes misionero extraordinario, nos inunda el gozo de haber anunciado el Kerigma del Señor o haber acogido la Palabra del Señor en nuestro hogar. Pese a ello, aún es posible que nos regocijemos en vano y caigamos en la tentación de confiarnos en nosotros mismos y de menospreciar a los demás, hasta el punto de asimilarnos al fariseo de la parábola (ver Lucas 18, 9-14), que carece de humildad y no cree necesitar de la misericordia de Dios porque –según él─ ha cumplido con todo, excediendo los requisitos de la Torá, hasta el punto de decir: ¡Oh Señor, te doy gracias porque no soy como los demás!

«El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas… sino que escucha la oración del oprimido… la oración del humilde atraviesa las nubes, y no se detiene hasta que alcanza su destino» (ver Eclo 35,12 ss.). Allí cobra valor la oración del publicano ─cobrador de impuestos despreciado por colaborar con los romanos y robar a los judíos─ que, sin pretensiones de presumir ante Dios ni negociar con él, se queda atrás, no levanta la mirada, se golpea el pecho y clama: «Oh Dios, ten compasión de este pecador».  Por eso el Señor lo ha justificado (dikaioo), lo ha redimido, tomando en cuenta su angustia, su conciencia del pecado, su necesidad de ser perdonado y su humildad.

¿Qué nos enseña el Señor? Debemos: 1. tener cuidado con la altivez y el orgullo personal; 2. atesorar la misericordia de Dios en vez de fiarnos de nuestro buen comportamiento y buenas acciones; 3. reconocer la grandeza de Dios, que nunca se cansa de perdonarnos; 4. apreciar a los otros, porque nadie es totalmente “Fariseo” (hipócrita), o “cobrador de impuestos” (humilde y sincero); 5. procurar que el centro de nuestra oración sea la Trinidad Santa y no nosotros o nuestros actos. Para meditar: ¿Creo que soy superior, mejor o más santo que los demás? ¿Soy honesto cuando me presento ante el Señor en la oración? ¿Siento que el Señor me ama a pesar de todos mis defectos y errores? ¿Pido humildad al Señor en todos mis proyectos semanales? Amén.

 

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco