El Señor, que ha permanecido con nosotros en esta semana de la misión católica, hoy nos invita a “orar sin desfallecer”, una característica propia de nuestra espiritualidad cristiana a la que muchos no le ponemos el cuidado que merece. Jesús, nos muestra dos personajes de la vida real en contraste: un juez ─sin alma y sin corazón ni con Dios ni con el prójimo─ que solo administra justicia si le resulta conveniente y una viuda que ─pese a ser pobre, segregada, y desatendida en la corte por carecer de alguien que dé la cara por ella─ no se rinde al exigir sus derechos ante ese juez. Pero, ¿por qué este juez decidió ayudar a la viuda? Por una parte, la insistencia de ella y, por otra, la necesidad que él tiene de librarse de ella. Todo esto hace que él le ponga cuidado y aplique justicia restaurativa, aunque sea para salir del paso. Jesús quiere que oremos con insistencia, intensidad, sin decaer.
La oración no es sólo para los momentos de dificultad sino para cada momento de la vida. Estamos seguros de que Dios nos escucha oración, y siempre saca tiempo para nosotros. Debemos tener en alto nuestras manos como Moisés, es decir, permanecer en oración, sobre todo en los momentos de prueba, sin decaer en nuestro empeño por alcanzar la victoria (ver Éxodo 17, 8-13). De igual manera, es necesario orar por las personas que no sienten amor por nadie, son malas, descorteses, despiadadas e injustas, contrarias al amor de Dios. Dios nunca se deshace de las personas, como lo hizo aquel juez hosco con la viuda. Dios hace justicia en la hora que menos pensemos porque nos trata como hijos suyos, nunca nos abandona.
Toda oración cristiana tiene su sustento en las Sagradas Escrituras, fuente de sabiduría para alcanzar la salvación en Cristo Jesús; en ellas encontramos enseñanza, corrección y educación en la justicia, “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena” (ver 2 Timoteo 3, 14-4, 2). Gracias a la misión católica hemos proclamado la Palabra de Dios a tiempo y a destiempo, hemos anunciado el Kerigma del Señor. Pero, en nuestra vida cotidiana ¿hacemos uso frecuente de la Biblia en nuestra oración personal y comunitaria? Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco