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Comentario a las lecturas del domingo

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Domingo 25º del Tiempo Ordinario - Ciclo C22 de septiembre de 2019

En nuestro tiempo, la corrupción es promovida y justificada por muchos como una norma de vida; a su vez, es padecida y tolerada por los sencillos y los oprimidos, que de un modo u otro están habituados a mendigar o deber favores. Este modo de vivir y de obrar no corresponde con la intención creadora de Dios.

Jesús nos pide cuentas y nos recuerda que no somos dueños sino administradores de todo cuanto decimos poseer: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes…» (ver Lc 16, 1-13). El administrador sabía que perdería totalmente la confianza y la amistad de su señor. ¡Qué vergüenza ser echado del trabajo por corrupto! Pero lo urgente para él era asegurarse el futuro. En su egoísmo, no vio reparo en alterar la contabilidad, comprometer a los deudores y ganarse su favor para que lo reciban. El que es no deja de ser. Aunque el dueño «alabó al administrador deshonesto por la astucia con que había actuado», eso no significaba admitirlo de nuevo con él. Está claro que el Señor nos apartará de su lado e iremos a parar al infierno si nos negamos a practicar la misericordia y derrochamos lo que Él nos ha dado, abusando de los pobres y de la bondad de los justos. (cf. Amós 8, 4-7).

Para permanecer en la presencia de Dios y gozar de su favor debemos ser fieles y justos en todo, especialmente en la economía (el modo de adquirir y administrar los bienes). Jesús insiste: «No pueden estar al servicio de Dios y del dinero», porque quien se apega al dinero acaba excluyendo a Dios, como ocurrió con el mayordomo. Si nos enfocamos en tener y acumular cosas, sabiéndonos rodeados de personas que carecen de ellas y las necesitan, estaremos muy lejos del corazón de Dios.

Compartamos generosamente, seamos honrados y transparentes; renunciemos a la trampa y al abuso. ¡Esto sí que nos hará felices! Asimismo, oremos insistentemente por las autoridades del país y por nosotros, para que todos nos salvemos y lleguemos al conocimiento de la verdad. Atendamos la exhortación del apóstol Pablo: «Quiero que los hombres oren en cualquier lugar, elevando sus manos a Dios con pureza de corazón, libres de enojos y discusiones» (ver 1 Timoteo 2, 1-8). Amén.

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco