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Comentario a las lecturas del domingo

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Domingo 21º del Tiempo Ordinario - Ciclo C25 de agosto de 2019

El Señor, fuente de nuestra esperanza, que conoce nuestras obras y pensamientos, convoca personas para anunciar su gloria, corregirnos, amonestarnos, animarnos y reunirnos en un solo pueblo (ver Isaías 66, 18-21); asimismo, reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos… pues ¿qué padre no corrige a sus hijos? Al corregirnos, Dios nos da la oportunidad para fortalecer las manos débiles, robustecer las rodillas vacilantes, y caminar por una senda llana. Ninguna corrección resulta agradable cuando es aplicada, más bien duele (irrita, avergüenza); pero más tarde produce frutos de paz y de justicia en los que fueron corregidos» (ver Hebreos 12, 5-7. 11-13). 

Jesús amonesta a quienes lo siguen y les aconseja «entrar por la puerta estrecha». Dicho de otro modo, esforzarse por obrar en conciencia, ser coherente, dar testimonio, enseñar con el ejemplo y, junto con ello: 1) denunciar la maldad o el error en el proceder del otro ─sin juicio ni condena─, luego persuadirlo para que retome la senda de la conversión; y 2) al ser corregido, estar dispuesto a reconocer el error propio, soportar, ser paciente, escuchar con humildad, asumir las consecuencias, superar los defectos.

Desatender este llamado de Dios equivale a obrar la iniquidad y trae como consecuencia ser apartado y permanecer lejos de él, allí donde «será el llanto y el rechinar de dientes» (la desesperación, el dolor y el sufrimiento de los excluidos de la salvación), en tanto que: «muchos últimos serán primeros y muchos primeros últimos».

¿Cómo corregir a quien va por el mal camino, a quien comete faltas en la familia o en el trabajo, a aquel cuyo defecto o pecado personal afecta a otros, inclusive a alguien que estando en misa come chicle o contesta el celular? La corrección debe ser amorosa, oportuna, dotada de sinceridad y verdad, precedida por la oración, realizada con humildad, calma, paciencia y buenas palabras. Seamos los primeros en dejarnos corregir en esta vida, para ser primeros en el cielo. Amén.

 

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco

 

PÍLDORA LITÚRGICA 9: LOS CANTOS INTERLECCIONALES

Son tres: 1) El salmo responsorial. Es una respuesta a la Palabra de Dios, relacionada con la primera lectura. Es un texto bíblico por el que Dios habla a su pueblo. La Iglesia recuerda que sustituir ese salmo por cualquier canto sería empobrecer la Liturgia de la Palabra. 2) Aleluya. Significa en hebreo: "alabad al Señor". Se canta siempre, salvo en la Cuaresma.  3) Secuencias. Durante los siglos IX-XII llegó a haber más de cinco mil. Ahora se rezan solo cuatro y son una continuación del Aleluya. En el Misal de Pablo VI: Victimae Paschali (octava de Pascua); Veni Creator Spiritus (Pentecostés); Lauda Sion (Corpus Christi) y Stabat Mater (Virgen de los Dolores).