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Comentario a las lecturas del domingo

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Domingo 20º del Tiempo Ordinario - Ciclo C 18 de agosto de 2019

En nuestro contexto es habitual hallar personas rechazadas, perseguidas, sometidas a condenas injustas y asesinadas por buscar el bien, mantenerse fieles a su conciencia y a su misión, tal como ocurrió con Jeremías, cuyo anuncio incomodó tanto a sus adversarios que estos lo arrojaron a un aljibe para que muriese de hambre (ver Jer 38, 4ss). Lo mismo ocurrirá con nosotros, no hará falta quien nos condene cuando defendamos a capa y espada la verdad, los principios, los valores, los derechos, las buenas costumbres, la fe católica, etc.

¿Qué opción tenemos? Salir del lodo del pecado y correr «la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba, al pecado que asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús», debemos aprender de él a soportar la cruz y la oposición de los pecadores (ver Heb 12,1-4), sobre todo en este tiempo, cuando la corrupción está tan arraigada y los dignatarios del mundo no abogan por el bien de los pueblos, sino que viven de su desgracia.

Jesús llevó al extremo su vocación profética, de ello dan cuenta estos signos apocalípticos: «He venido a prender fuego a la tierra, y, ¡cuánto deseo que ya esté ardiendo!». Conocemos bien el irresistible poder del fuego para transformar, limpiar, purificar. Así es la verdad del evangelio, aquella que nos libera. Pero, ¿cómo puede decir Jesús que no ha venido a traer paz, sino división? Él señala cómo su mensaje será recibido y entendido, generando división y resistencia hasta en la propia familia. El evangelio no se acomoda ni se complace con los criterios del mundo, mucho menos con el pecado. Jesús nos llama a seguirlo radicalmente y romper la falsa paz que une a las personas bajo el yugo del pecado: el egoísmo, el orgullo y la vanagloria, etc. En este sentido sí hay que generar división ante el pecado y encender el fuego del amor y de la verdad (ver Lc 12, 49-53). Amén.

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco

PÍLDORA LITÚRGICA 8: LAS LECTURAS DENTRO DE LA SANTA MISA

Las lecturas son fragmentos tomados de la Sagrada Escritura, organizados en los leccionarios correspondientes ─según el tiempo litúrgico o el santoral─ de tal forma que el pueblo vaya conociendo las partes más significativas del Antiguo y del Nuevo Testamento (el Domingo se usa el leccionario propio del Ciclo Dominical: A, B, C). En ellas Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la redención y la salvación. El mismo Cristo, por su palabra, se hace presente en medio de sus fieles¿Cómo se proclaman? Se hace desde el ambón. Los lectores deben hacerlo en voz alta y clara, con conocimiento de lo que leen. Cada lectura concluye con la expresión: “Palabra de Dios”; una confesión de fe que invita a la alabanza.