Muchos ponemos nuestra confianza en los bienes de la tierra, tanto así que los atesoramos; sin embargo, nada de ello nos pertenece, nuestra existencia es pasajera, nuestro cuerpo es frágil, temporal y finito. Solo somos administradores de nuestra vida y de nuestro entorno. ¿Cuál es entonces la fuente de nuestra esperanza? El Reino de Dios, un tesoro inagotable en el cielo. Desde Abraham hasta nuestros días, El Señor nos ha reconfortado con su promesa, que es el «fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve» (ver Heb 11, 1-2 ss), para que tengamos buen ánimo y seamos capaces de esperar «la salvación de los justos y la perdición de los enemigos», de ser solidarios en los peligros y en los bienes (ver Sab 18, 6-9); gracias a ella «nosotros esperamos en el Señor, él es nuestro auxilio y escudo» (ver salmo 32, 1 ss).
¿Cómo atesorar el reino? Jesús anima a los suyos para vencer el temor y entrar en una relación de amor con el Padre, que «ha tenido a bien darles el reino». Aquellos(as) que creen y esperan en la promesa del Padre, que anhelan estar por siempre en su presencia, deben dar frutos de conversión, desprendimiento, generosidad, servicio y buenas obras, ceñir la cintura, tener las lámparas encendidas y estar preparados, «porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del hombre» (ver Lc 12, 32-48).
Administremos la vida con fidelidad y esperanza, atesoremos los valores del reino y practiquemos la caridad; revisemos dónde está puesto nuestro corazón y qué guardamos en él; desprendámonos de lo material y pongámoslo al servicio de todos; asumamos los pequeños y grandes retos con responsabilidad, sin abusar de la confianza ni de la autoridad que nos dan, para que podamos vivir la bienaventuranza y no seamos condenados a «compartir la suerte de los que no son fieles», porque al que más se le da más se le exige. Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
PÍLDORA LITÚRGICA 7: LA LITURGIA DE LA PALABRA EN LA SANTA MISA
¿Qué significa la expresión «liturgia de la Palabra»? En esta parte de la Misa escuchamos la “proclamación” de la Palabra de Dios. Cristo mismo es quien la realiza, ya que es Palabra de Dios encarnada, la única Palabra que resuena en el antiguo y en el Nuevo Testamento. Se lee una selección de textos de la Sagrada Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. No es solo la evocación de palabras pronunciadas en el pasado sino una memoria que actualiza lo que se recuerda en el momento de su proclamación ante quienes la escuchan. ¿De qué consta la Liturgia de la Palabra? Consta de: 1) Lecturas. 2) Cantos interleccionales (Salmo responsorial, Aleluya y las Secuencias). 3) Homilía4) Credo5) Oración de los fieles.