Nos sacrificamos trabajando por las personas que queremos y terminamos maltratándolas, por ejemplo, después del trabajo venimos cansados a la casa y no queremos que nadie nos hable, pareciera que esto le pasó a Martha, quien recibe a Jesús pero se queda en los quehaceres y afanes de la casa: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano»(ver Lc 10, 38-42). Cuando estamos estresados perdemos la cordura, dejamos de lado el equilibrio interior, nos vemos dibujados en estas palabras del Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán»: el amor, oír a Dios, compartir, humanizar el hogar, no renegar, etc. El estrés permite que el enemigo entre en nuestro ser y afecte negativamente a los demás a través de malentendidos, malas palabras, rencores, imprudencias, etc.
Andamos inquietos y nerviosos por tantas cosas en medio de la aldea global digital, olvidando la actitud de María: elegir lo mejor: escuchar al maestro, ir a misa así nos lo reprochen, orar a cada momento, compartir con los seres queridos. Pero nace una pregunta: ¿Cómo recibimos al Señor? Martha por lo menos lo recibió, hay gente que ni lo en la eucaristía ni en la vida cotidiana. ¿Qué lugar ocupa Jesús en tu casa? ¿Qué ha sustituido a Jesús hoy día? Una casa debe notarse que es cristiana, no sólo porque haya el cuadro de un santo o una cruz sino porque practica el evangelio, valora los sacramentos, ora, acoge, etc.
¿Jesús es el jefe de mi vida y de mi hogar? ¿Hago lo que me da la gana en mi vida o soy feliz escuchando la Palabra de Dios? Abrahán acogió a tres hombres con generosidad y Dios le concedió una gran bendición de vida (ver Gn 18, 1-10a); san Pablo recibió a Jesús acogiendo en su carne los sufrimientos de los demás y espera que todos «lleguen a la madurez en su vida en Cristo» (ver Col 1,24-28). Que buena oportunidad para valorar el Salmo 14: «Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?»
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
PÍLDORA LITÚRGICA 4: EL ACTO PENITENCIAL EN LA MISA
El sacerdote invita a los fieles al arrepentimiento: "Hermanos: para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados". Es la manifiestación del sentimiento que tiene la Iglesia de ser comunidad de pecadores, sirve para sentir la realidad del pecado, crecer en espíritu de penitencia, y considerar la misericordia de Dios. Este acto consta de tres partes: 1)Invitación a a examinarnos y reconocernos pecadores (el momento de silencio es importante). 2) Petición de perdón que se expresa con la oración: "Yo confieso ante Dios todopoderoso" con el gesto de tres golpes de pecho al decir: “Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”.3)Absolución, que no es sacramental, sino que expresa un deseo de perdón de Dios. El sacerdote implora: “Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna”.El pueblo responde: “Amén”.