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Comentario a las lecturas del domingo

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Hoy todo lo bello, excelso y sublime es para Jesús, cuyo sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Él ha querido permanecer con nosotros, de modo único e incomparable, verdadero, real y sustancial, mediante la Eucaristía que instituyó en la Última Cena, el primer día de los Ázimos, cuando tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo»;tomando la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y bebieron todos de ella y Él les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos» (Ver san Marcos 14, 12-16. 22-26).

El 11 de agosto de 1264, el papa Urbano IV, consideró justo que se haga memoria del misterio eucarístico con mayor honor y solemnidad, por ello instituyó como precepto la solemnidad del Corpus Christi, el jueves sucesivo a Pentecostés. Esto se dio gracias a varios factores como la experiencia mística santa Juliana de Cornillón ─quien tenía un sentido profundo de la presencia de Cristo en el sacramento de la Eucaristía─ y al milagro eucarístico de Bolsena en 1263, cuando algunas gotas de sangre comenzaron a brotar de la Hostia consagrada por un sacerdote que dudaba de la presencia real del Cuerpo y la Sangre de Cristo en el sacramento de la Eucaristía.

El Señor Jesús, mediador de una alianza nueva, se entregó por nosotros, consiguiendo la liberación eterna. ¿Cómo podemos pagar al Señor todo el bien que nos ha hecho? ¡Valoremos este grandioso regalo! Alcemos la copa de la salvación invocando el Nombre del Señor (cf. salmo 115), participemos del banquete eucarístico con amor y dignidad, con fervor, alegría, unción, devoción, piedad y respeto por lo sagrado, dispuestos a compartir, alabar, bendecir y adorar a Dios como familia; comulguemos libres de pecado, teniendo en cuenta que somos “pequeños sagrarios”, y cada vez que el sacerdote proclame la doxología, elevando el Cuerpo y la Sangre de Cristo, digamos: Señor, aumenta nuestra fe y amor a Ti. Amén.

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco

 

Palabras del papa Francisco: “En la Hostia consagrada, además del lugar, Jesús nos prepara el alimento, la comida. En la vida necesitamos alimentarnos continuamente, y no solo de comida, sino también de proyectos y afectos, deseos y esperanzas. Tenemos hambre de ser amados. Pero los elogios más agradables, los regalos más bonitos y las tecnologías más avanzadas no bastan, jamás nos sacian del todo. La Eucaristía es un alimento sencillo, como el pan, pero es el único que sacia, porque no hay amor más grande. Allí encontramos a Jesús realmente, compartimos su vida, sentimos su amor; allí puedes experimentar que su muerte y resurrección son para ti. Y cuando adoras a Jesús en la Eucaristía recibes de él el Espíritu Santo y encuentras paz y alegría. Queridos hermanos y hermanas, escojamos este alimento de vida: pongamos en primer lugar la Misa, descubramos la adoración en nuestras comunidades. Pidamos la gracia de estar hambrientos de Dios, nunca saciados de recibir lo que él prepara para nosotros” (Solemnidad de Corpus Christi, 03 de junio de 2018, Ciudad del Vaticano).