Durante el tiempo pascual he insistido en que la fe en el Señor Resucitado se debe notar en nosotros; no basta con celebrarla en el culto público (liturgia) y en el culto privado (las oraciones, devociones y demás prácticas piadosas). Hoy la liturgia nos abre un horizonte para ahondar en esta reflexión: se trata de la enseñanza de la fe (catequesis, instrucción, amonestación, exhortación) que debe estar respaldada por el testimonio y la coherencia de vida. La fe debe ser comprendida, profesada y transmitida por cada bautizado, conforme a la palabra de Jesús y a la inspiración del Espíritu Santo, según el carisma con que este nos haya dotado, en concordancia con la doctrina estable que la Iglesia ha fijado a partir de la enseñanza de los Apóstoles y de sus sucesores, la cual se halla expresada en el Credo, los sacramentos, el catecismo, las normas del derecho canónico, entre otros medios.
Los primeros cristianos no estaban exentos de las discrepancias en la enseñanza (como el dilema de circuncidarse o no). Por esta razón, Pablo y Bernabé consultaron a los Apóstoles, que enviaron a Silas y a Judas Barsabá para comunicar la sana doctrina: «Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud.»
Además de ser seguidores, hemos sido constituidos como testigos (apóstoles) del Resucitado; estamos llamados a creer, a permanecer con Él y a perseverar en la tarea de evangelizar: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras.» (ver Juan 14, 23-29). Permitamos que Dios habite en nosotros y acojamos la enseñanza del Espíritu para que no tiemble nuestro corazón ni se acobarde y podamos anunciar el gozo de la vida nueva en Cristo. Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
Mensaje del Papa Francisco: “La Pascua nos lleva a dirigir la mirada a Oriente Medio, desgarrado por continuas divisiones y tensiones. Que los cristianos de la región no dejen de dar testimonio con paciente perseverancia del Señor resucitado y de la victoria de la vida sobre la muerte. Una mención especial reservo para la gente de Yemen, sobre todo para los niños, exhaustos por el hambre y la guerra. Que la luz de la Pascua ilumine a todos los gobernantes y a los pueblos de Oriente Medio, empezando por los israelíes y palestinos, y los aliente a aliviar tanto sufrimiento y a buscar un futuro de paz y estabilidad.Que las armas dejen de ensangrentar a Libia, donde en las últimas semanas personas indefensas vuelven a morir y muchas familias se ven obligadas a abandonar sus hogares. Insto a las partes implicadas a que elijan el diálogo en lugar de la opresión, evitando que se abran de nuevo las heridas provocadas por una década de conflicto e inestabilidad política”. Ciudad del Vaticano, 21 de abril de 2019.