¿Estamos libres de pecado? Con esta pregunta concluía mi reflexión hace ocho días y la retomo hoy, después de la práctica cuaresmal, porque nos conduce al núcleo de la obra salvadora de Jesús. Él padeció y ofrendó su vida para liberarnos del pecado; ahora, en la Semana Mayor, nos invita meditar más intensamente su pasión, muerte y resurrección, para dar el siguiente paso y permitir que el misterio de la pascua acontezca en nosotros.
La celebración del Domingo de Ramos inicia con el relato de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén: «Bendito sea el rey que viene en nombre del Señor». Luego, pasamos del gozo a la conmoción cuando se proclama la pasión de Jesús, y allí le vemos en el sufrimiento, la humillación (ver Isaías 50,4-7) y el despojo total, hasta la muerte y una muerte de cruz. El evangelista nos muestra la obra liberadora de Jesús en la cruz, antecedida por signos de adhesión en el amor: fraternidad, entrega, servicio, perdón, arrepentimiento. Jesús, en su pasión, nos sigue enseñando a ser testigos, compasivos y orantes; tiene misericordia con sus verdugos y con el buen ladrón.
En la hora del poder de las tinieblas, emerge nuestra esperanza por la certeza de que Jesús dio su vida en rescate por muchos y cumplió la voluntad de Dios Padre, quien lo exaltó y le concedió un nombre superior a todo nombre, para que, ante el nombre de Jesús, toda rodilla se doble (ver Filipenses 2,6-11). Mueres hoy, mañana resucitarás, sufres hoy, mañana serás consolado. Quien toma su cruz y sigue a Jesús glorifica al Padre, tiene razones para la esperanza porque anuncia a Dios en medio del dolor, puede aprender a ser feliz en medio de la adversidad y hacer que la vida de los demás sea más agradable y llevadera. Que esta plegaria nos disponga a la acción del Espíritu para permanecer en Dios: “Señor, acuérdate de mí en estos días santos como yo me acuerdo de ti al contemplar tu pasión, muerte y resurrección”. Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO: “Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que «será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21). No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación”.(Ciudad del Vaticano, 4 de octubre de 2018). APLIQUÉMOSLO CON DEVOCIÓN EN ESTA SEMANA MAYOR, RESPETEMOS ESTOS DÍAS DEDICADOS A LA SANTIFICACIÓN DE NUESTRAS ALMAS.