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Comentario a las lecturas del domingo

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Domingo 2º de Cuaresma - Ciclo C 17 de marzo de 2019

Dicen que lo llamativo capta nuestra atención, tal es el caso de la Transfiguración de Jesús, que ocurrió mientras Él estaba orando, después de haber anunciado su pasión por primera vez y de haber puesto la cruz como condición para seguirlo (Ver Lucas 9, 22-36). El Señor fue revestido de gloria, su rostro cambió de aspecto y su ropa resplandecía; de repente estaba conversando sobre su muerte en Jerusalén en compañía de Moisés el portador de la ley (1200 a. C.) y Elías el gran profeta (900 a. C).

Jesús quiso que Pedro (incapaz de aceptar la muerte del Señor), Santiago y Juan (los hermanos que querían los primeros puestos en el reino) estuvieran con él porque allí se manifestó el verdadero Mesías, se anticipó su victoria sobre la muerte y se demostró que la gloria de Dios acontece a través de la cruz. Aun así, ellos permanecieron aletargados, sin querer oír, sin saber qué decir y temerosos de ir a Jerusalén; por eso Pedro hablaba de quedarse allí y edificar tres enramadas. ¿Qué haríamos nosotros ante algo así? En medio de tantas palabras humanas, la respuesta está en la voz de Dios: «Este es mi hijo, el amado, escúchenlo». Él nos llama a seguirlo y unirnos a Él en la cruz.

La Cuaresma es el tiempo para escuchar a Jesús, meditar su palabra y permitirle que confronte nuestra realidad concreta, nuestras tentaciones, nuestros intereses particulares y nuestra manera torpe de ver el mundo, para entender las cosas tal cual son y no a nuestro acomodo. Esto solo será posible cuando nos dejemos conducir e iluminar por el Espíritu en el camino de la conversión.

Los discípulos guardaron silencio en ese momento, nosotros no: ¿Estamos listos para testimoniar lo que le sucedería a Jesús días después en Jerusalén? Amén.

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco