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Comentario a las lecturas del domingo

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Domingo 6º del Tiempo Ordinario - Ciclo C17 de febrero de 2019

¿De qué depende la bendición (bienaventuranza) o la maldición divina para mi vida? La respuesta toca las fibras del corazón porque nuestra condición humana está herida por el pecado y este nos aparta de Dios. En la mentalidad del antiguo testamento, apartarse de Dios significa la muerte.

¿Quién es maldito? «Maldito quien confía en el hombre y busca apoyo en la carne, apartando su corazón del Señor». Aquel que se aparta de Dios queda plantado en tierra árida donde no puede subsistir (como el cardo en un campo sin arar, seco y estéril). ¿Quién es bendecido? Goza del favor de Dios quien confía totalmente en Él, porque ha echado raíces en tierra fértil, no pasará hambre ni sed y aunque llegue el verano (estío) «su hoja estará verde; en año de sequía no deja de dar fruto.» (ver Jer 17,5-8).  El salmo 1 completa la respuesta: el hombre dichoso que no sigue el consejo de la gente sin piedad o sin Dios, ni entra por la senda de los pecadores ni la de los cínicos (que actúan con falsedad o desvergüenza descaradas), su gozo es la voluntad del Señor, medita su ley y anda en la justicia, al contrario, «el camino de los impíos acaba mal».

Jesús proclama que la bendición de Dios y su favor tiene como destinatarios los pobres, los hambrientos, los que lloran y los que sufren el odio y la persecución por seguirlo a Él. Si lo hemos vivido, debemos alegrarnos «porque nuestra recompensa será grande en el cielo»; también nos advierte sobre la maldición (ayes o quejas del Señor) por confiarnos en la riqueza, en la hartura, en la falsa alegría o que la gente hable bien de nosotros, porque todo esto nos aleja de Dios. 

Para meditar: ¿Es Dios la fuente de mi dicha y bendición? ¿soy capaz de comunicar esta bienaventuranza en la vida de los demás, aún en los momentos de aridez o de prueba? Amén.

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco