¿Cuáles son nuestras seguridades, en qué están fundadas? Nuestro comportamiento y nuestra actitud frente a la vida dependen de aquello que nos brinda seguridad, tanto en nuestro entorno como en nuestro interior. Una persona se siente segura de sí misma cuando ha aprendido a amarse, a valorarse y autorregularse, como fruto de un proceso que viene desde la niñez, lleno de aprendizajes y experiencias que nos llevan a saber ser personas, valorar nuestro entorno y hacer el bien, a revisar nuestros sentimientos, pensamientos y acciones ante Dios y los demás. Si nuestra vida se afinca en falsas seguridades estaremos innecesariamente expuestos al fracaso, al dolor y al sufrimiento que extinguen el sentido y la esperanza de nuestra existencia. Un grave error es sentirnos seguros de sí mismos sin Dios ni ley, fundados en orgullo y en el egoísmo, en la presunción de superioridad, la autosuficiencia y la vanagloria, etc.
La Palabra del Señor nos recuerda lo importante que es confiar y sentirse seguro en Dios, porque lo material es efímero como vano es el orgullo y lo que permanece es: 1) La alegría de haber nacido del vientre materno para una misión en este planeta y confiar en que Dios siempre está con nosotros (ver Jer 1,4-5.17-19), 2) Tener la grandeza del amor en todo porque sin amor de nada nos sirve ser sabios, tener fe, hacer obras de misericordia o dar la vida (ver 1 Cor 12, 31-13,13); 3) Las palabras de gracia que, en el nombre del Señor, salieron de nuestros labios como lo hizo Jesús, cuya seguridad en sí mismo hace que la Escritura se cumpla por su vida y su palabra (ver Lc 4,21-30), no se deja aturdir por el qué dirán de sus coterráneos y es capaz de abrirse paso y alejarse de las personas que quieren hacerle daño (los enemigos furiosos). Pensemos: ¿Qué tanto el Señor se siente seguro de nosotros? Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco