¿Qué origina gran parte de nuestros fracasos? El libro de Nehemías nos narra cómo después del destierro el pueblo de Israel se reencuentra con la voz de Dios presente en el libro de la ley de Dios y lloraba al escuchar las palabras de la ley, consciente de que la causa del fracaso que los llevó al exilio fue precisamente no escuchar la ley de Dios y no obedecerla. Ahora la actitud es distinta, fíjense en la actitud del pueblo al escuchar a Esdras, quien proclama la palabra de Dios y los instruye sobre ella: escucha, bendición, adoración, consagración, llorar, definitivamente: «el gozo del Señor es nuestra fortaleza».
San Pablo, poniendo como ejemplo el cuerpo humano donde todos sus miembros se necesitan, nos habla de la armonía que debe haber en nuestra vida, nuestra familia, la Iglesia, la comunidad. ¡Cuán difícil es vivir esta armonía en la cotidianidad! Urge que no preocupemos por los demás, tomar conciencia que formamos parte del cuerpo de Cristo que es la Iglesia y poner al servicio de los demás nuestros dones y carismas.
En el evangelio de Lucas, Jesús nos da pautas claras para no caer en el fracaso, con el inicio de su vida pública no habla de la Ley sino de sí mismo y de su misión: «anunciar la buena nueva a los pobres, liberar a los cautivos y dar la vista a los ciegos». Estas acciones ayudan a minimizar nuestros fracasos porque cada vez que escuchamos la Palabra de Dios en la Asamblea Eucarística estamos actualizando lo que Jesús hizo en la sinagoga; ojalá nuestra mirada esté fija en Él para poder escucharlo con alegría, gozo y fortaleza, aún en los momentos de “aparente fracaso”: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco