Estamos cerca del fin del año litúrgico y Jesús nos enseña que Él vendrá “con gran poder y gloria” a poner por obra su juicio inminente sobre cada uno de nosotros. Él lo dice no para que tengamos miedo sino para que estemos preparados y vigilantes, pese a los sufrimientos que estemos padeciendo. Jesús, al igual que el profeta Daniel, hace referencia a los eventos que sucederán al final de los tiempos y los signos que los acompañarán. ¿En qué momento será el fin? Junto con el símil de la luna y el sol, recordemos hoy el símil de la lámpara encendida o la luz del mundo. Jesús tiene clara la enseñanza de Daniel y con su predicación insiste en la misma temática de ser luz, pero aquello de saber cuándo será el fin del mundo ni Él mismo lo sabe: “En cuanto al día y hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre”.
Ante la expectativa del fin de los tiempos y las palabras del profeta: “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para la vida eterna, otros para la vergüenza o ignominia completa” (ver Daniel 12,1-13), lo mejor es actuar como nos lo pide Jesús, perseverar en medio de días de angustia afrontando la prueba y venciendo la tentación, porque nuestro nombre ya ha sido inscrito en el libro de la vida desde el día de nuestro bautismo.
Estamos llamados a vivir en la esperanza, atentos a sus signos, como la higuera que no se seca sino que florece, porque la fuente de nuestro consuelo está en las palabras de Jesús, las mismas que cantamos en nuestra alabanza: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. El mundo es pasajero y perecedero, Dios permanece. Él mismo nos lo recuerda a través de Daniel y de la carta a los Hebreos (el sacerdote que ofrece y actualiza los sacrificios a Dios en Cristo “hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies”).
Dios no pasa de moda para aquellos a quienes no les preocupa la salvación de su alma y andan por este mundo haciendo lo que no es debido o se afanan por saber el futuro de la vida a costa de lo que sea; Él pondrá el sello de la vida eterna sobre quienes lo merecen. ¿Somos merecedores de la vida eterna que nos espera? Ojalá, cuando nos toque rendir cuentas al Señor, Él nos coja confesados y no estemos a favor del enemigo. Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
Píldoras litúrgicas (Comportamiento adecuado para participar en la Celebración Eucarística)
Se llama Año Litúrgico o año cristiano al tiempo que media entre las primeras vísperas de Adviento y la hora nona de la última semana del tiempo ordinario, durante el cual la Iglesia celebra el entero misterio de Cristo, desde su nacimiento hasta su última y definitiva venida, llamada la Parusía. Por tanto, el año litúrgico es una realidad salvífica, es decir, recorriéndolo con fe y amor, Dios sale a nuestro paso ofreciéndonos la salvación a través de su Hijo Jesucristo, único Mediador entre Dios y los hombres. Termina con la Solemnidad de Cristo, rey.