Cada petición conlleva un interés y expresa una expectativa; detrás de ella siempre hay una primera y una segunda intención, tal es el caso de aquella petición osada que dos discípulos, Santiago y Juan, le hacen a Jesús: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús, que siempre está atento a aclarar dudas y a servir, ya les había preguntado:«¿Qué queréis que haga por vosotros?» Los dos discípulos pretenden ciertas ventajas de poder y preeminencia sobre Pedro y los otros nueve, reservándose para sí los más altos puestos de honor y de gobierno, porque todavía no han comprendido el anuncio del reino de Dios y se imaginan a Jesús como un rey, sentado a la mesa en medio de sus consejeros, uno a su izquierda y el otro a su derecha. Para Jesús es claro que ellos están confundidos, no saben lo que piden y sus expectativas son muy distintas de cuanto Él ha venido anunciando como requisito para heredar la vida eterna: dejarlo todo, tomar la propia cruz, seguirlo y hacerse el último, el servidor de todos.
Sería fácil condenar con ligereza el proceder y las “segundas intenciones” de estos hombres, que hasta ese instante han permanecido al lado de Jesús y quieren ser parte de sus planes, porque piden un “palancazo seguro” para la eternidad. Sin embargo, Jesús no los juzga, sino que los interpela para que comprendan su verdadera vocación: «¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?». Ellos, a su turno, en el momento de ofrendar su propia vida por muchos y pasar por la prueba que pasó Jesús, comprenderán en qué consiste la herencia del reino: «el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»
¿Para quiénes está reservada la herencia de la vida eterna? 1) Para aquellos que reconozcamos la gloria del Señor, que con su sufrimiento y sacrificio de expiación nos dio la oportunidad de ser justificados (Isaías 53,10-11). 2) Para los que esperamos en la misericordia del Señor con la certeza de que Él es nuestro auxilio y escudo (Sal 32,4-5.18-19.20 y 22). 3) Para quienes nos acercamos a su trono de gracia con la seguridad de recibir su auxilio, día a día y de manera oportuna (Hebreos 4,14-16). 4) Para quienes estamos dispuestos a ser instruidos por Él, escuchamos su enseñanza, la ponemos por obra y la compartimos. Hacerse heredero de la promesa divina nos exige, entre otras cosas: a) ser conscientes de qué le pedimos a Jesús; b) pensar en que los demás tienen derecho a estar en la gloria de Dios ─primero que nosotros─, porque la salvación del alma no es cuestión de palancazos ni de contentarse con hacer las cosas bien, sino que nos exige alegrarnos por la fe de los demás y por su conversión; c) avergonzarnos de la ambición, que escandaliza y produce enojo y resentimientos entre los hermanos; d) ser conscientes de que la tiranía y deseo de poder no corresponden al mandato de Jesús; e) comprometernos a ser los primeros en servir, a ser servidores (diákonos: los que limpian las mesas) y esclavos de los demás (doulos), porque Dios honra el servicio no el poder. Jesús tiene su papel claro en el plan de salvación: «Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos». Pensemos: ¿Somos capaces de servir y sacrificarnos por los demás como lo hizo Jesús? Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
Píldoras litúrgicas (Comportamiento adecuado para participar en la Celebración Eucarística)
Conoceremos 12 reglas para aprovechar al máximo los grandes frutos espirituales que se reciben en la Misa:
10. Permanecer en silencio durante la celebración
Al ingresar al templo se debe guardar silencio. Si tiene que hablar, hágalo de forma silenciosa y breve. Recuerde que mantener una conversación puede perturbar a alguien que está orando.
Si tiene un niño o un bebé, puede sentarse cerca de alguna salida ante cualquier contratiempo.
Recuerde que no hay razón para sentir vergüenza por tener que calmar o controlar a su hijo, dentro o fuera de la iglesia. Enséñeles a comportarse, especialmente con su propio ejemplo. https://www.aciprensa.com/noticias/12-reglas-de-oro-para-portarse-bien-durante-la-misa-42196