En este día nos unimos para celebrar las Confirmaciones de más de 40 jóvenes. Es una bendición y un motivo de gozo sentir que el Espíritu del Señor sigue actuando hoy en la vida de la Iglesia y se sigue posando en cada uno de nosotros, creyentes, del mismo modo que lo hizo con el pueblo de Israel cuando cumplió su promesa a Moisés de apartar una parte del espíritu que este poseía y pasárselo a 70 elegidos para que se repartieran con él el cuidado del pueblo. Bajo la inspiración del Espíritu, todos ─incluidos dos del grupo, que pese a estar en la lista, permanecieron en el campamento y no acudieron al encuentro─ empezaron a profetizar, es decir, a hablar, inspirados por Dios, sobre Dios mismo, a guiar, instruir, interceder y a denunciar todo aquello que es contrario a Dios y a la dignidad humana.
La reacción de Josué nos muestra las dificultades que a veces surgen también en nuestras comunidades: no dar crédito a quien obra el bien en favor del pueblo y en nombre de Dios, pero no pertenece a la institución o a «nuestro grupo». Moisés sabe que esto es contrario al querer de Dios, por eso responde: ¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor! (Ver Números 11,25-29).
Por su parte, el apóstol Santiago se toma en serio el papel profético de denunciar a aquellos ricos avariciosos de su tiempo, que han condenado y matado al inocente o han retenido el salario del trabajador mediante extorsión y explotación, que han adquirido y acumulado sus riquezas injustamente para apegarse al dinero y entregarse a los placeres. En el juicio serán las mismas riquezas las que actuarán como testigos e instrumento de castigo de sus dueños.
Jesús encarna el carácter auténtico del profeta valiente que habla en nombre del Señor (ver san Marcos 9,38-43.45.47-48). Se preocupa por instruir a sus discípulos para que no se crean dueños del profetismo, pues es el Espíritu quien unge al profeta; les exige que sean capaces de reconocer la acción de Dios a través de los que obran el bien en nombre de Dios, porque aquel que reconozca al Mesías en las obras y en el testimonio de sus discípulos no se quedará sin recompensa. No ocurrirá así con aquellos que, teniendo a Dios como pretexto, obran el mal y son motivo de escándalo, sobre todo para los más pequeños. En esta ocasión nos hace un fuerte llamamiento a ser radicales contra el pecado, a tomar opciones claras y coherentes por el proyecto de Jesús que es la vida, porque lo demás, es muerte.
Debemos “cortar” aquello que nos lleva a la muerte (el egoísmo, la envidia, la avaricia, la injusticia, los excesos, los vicios…), “cortar” una parte del cuerpo si es ocasión de pecado. Debemos tomarlas en serio estas palabras literales del Señor, porque un buen discípulo debe amputar todo aquello que es motivo de pecado en su alma y cuerpo. Amputemos todo lo que se opone entre Dios y nosotros, de lo contrario, iremos a parar al “infierno”, realidad que a muchos cristianos se nos olvida o no nos gusta que nos recuerden. Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco