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Comentario a las lecturas del domingo

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22° Domingo  del Tiempo Ordinario - Ciclo B 2 de septiembre de 2018

Retomamos la secuencia bíblica del evangelio de san Marcos. Jesús siente la afrenta de los fariseos, los enemigos que quieren sacarlo del camino, personas profundamente religiosas que quieren agradar a Dios por la práctica de preceptos sin tener en cuenta la novedad del evangelio, expresada en el amor misericordioso del Maestro. Hoy, el asunto de controversia para los fariseos es que los discípulos de Jesús no se lavan las manos como lo prescribe la tradición oral ─Mishnah─ de los mayores sobre la limpieza ritual (que incluye los alimentos y la pureza de las manos después de ir al mercado o la limpieza de los utensilios de la mesa). Por eso interrogan a Jesús ¿Por qué tus discípulos…? Según ellos, mantener las manos limpias era un signo de la devoción a Dios y una manera de eliminar la impureza. No se trata de la higiene tal como la venimos entendiendo desde el siglo XVII.

En pasajes previos del evangelio de san Marcos, Jesús ya ha dado pie para que lo critiquen por haber curado en sábado, haber expulsado demonios y haber perdonado pecados, por su origen y su autoridad, aun cuando ha hecho el bien a través de grandes milagros. Ahora, el hecho de que sus discípulos no purifiquen sus manos, da oportunidad para que sus enemigos lo consideren impuro y pongan en duda su enseñanza y su autoridad como Maestro, porque no puede controlar a sus discípulos. Pero Él considera que los preceptos humanos de la tradición oral no corresponden con la Ley de Dios y van en contra de las personas. Por eso Jesús trata de “hipócritas” (hypokriton) a sus enemigos y ─citando a Isaías 29,13─ les deja claro que su culto es vacío, que descuidan el mandato de Dios para mantener la tradición de los hombres (ten paradosin ton anthropon); además, les manifiesta públicamente su inconformidad, porque más allá de la pureza ritual está la pureza del corazón humano: «No hay nada afuera del hombre que, al entrar en él, pueda contaminarlo. Lo que lo hace impuro, es lo que sale de él.» El mal manejo de los sentimientos y la corrupción de nuestro pensamiento nos hace impuros a los ojos de Dios, nos hace pecadores, dañan la integridad de nuestro cuerpo y alma.

 

Jesús usa un lenguaje fuerte y claro para darnos a entender que el corazón que engendra pensamientos perversos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, etc., es un corazón malvado (ver Marcos 7, 1ss). ¿Qué hacer para no caer en la impureza del corazón y del alma? El camino no es fácil, pero Dios provee si nos proponemos: 1) cumplir los mandatos de Dios ayudados de la sabiduría y la inteligencia (ver Dt 4, ss); 2) acoger con docilidad y poner en práctica la Palabra de Dios que salva, de lo contrario, nos engañaremos a nosotros mismos; y 3) atender de manera oportuna a las personas en su aflicción y no dejarnos contaminar por el mundo (ver Sant 1, ss). En el contexto de nuestra vida personal, cada uno puede preguntarse: ¿qué me hace impuro a los ojos del Señor?

 

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco

 

Píldoras litúrgicas (Comportamiento adecuado para participar en la Celebración Eucarística)

Conoceremos 12 reglas para aprovechar al máximo los grandes frutos espirituales que se reciben en la Misa:

4. No goma de mascar (chicle): Al hacer esto se rompe con el ayuno, ocurre una distracción, se es descortés en un entorno formal, y no ayuda en la oración. (Tomado de:https://www.aciprensa.com/noticias/42196).

Gaudete et exsultate: Exhortación Apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo (19 de marzo de 2018)

La actividad que santifica: 30.Los mismos recursos de distracción que invaden la vida actual nos llevan también a absolutizar el tiempo libre, en el cual podemos utilizar sin límites esos dispositivos que nos brindan entretenimiento o placeres efímeros. Como consecuencia, es la propia misión la que se resiente, es el compromiso el que se debilita, es el servicio generoso y disponible el que comienza a retacearse. Eso desnaturaliza la experiencia espiritual. ¿Puede ser sano un fervor espiritual que conviva con una acedia en la acción evangelizadora o en el servicio a los otros?”.