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Comentario a las lecturas del domingo

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21° Domingo  del Tiempo Ordinario - Ciclo B 26 de agosto de 2018

Desde tiempos inmemoriales se nos ha enseñado sobre el invaluable valor de la familia, entendida como el núcleo de la sociedad e institución fundamental para la construcción del ser humano y de la cultura, que debe ser protegida y preservada. Infortunadamente, el modelo de familia basado en el matrimonio entre “un solo hombre y una sola mujer” ─que corresponde al patrimonio del pensamiento y de la experiencia religiosa cristiana─ ha ido perdiendo su validez y viene siendo eclipsado por modelos emergentes de familia, que responden a intereses particulares diversos y generalmente desligados de los principios éticos y morales fundamentales, tales como: las leyes o modelos de vida que deforman el modelo de familia, la anticoncepción que atenta contra la vida desde su origen, la creciente práctica del aborto ─que ha sido legalizada o reconocida como un derecho en varios países para unos o para todos los casos─, las uniones de hecho o el matrimonio civil sin vínculo espiritual, el materialismo, la violencia, la infidelidad, el desprecio de medios de comunicación social hacia  el matrimonio católico, por el mero hecho de ser una institución religiosa, la fragmentación que padece la familia como consecuencia del uso de la tecnología, etc.

La familia tradicional se está degradando, aumentan los divorcios y las uniones de hecho, la paternidad o la maternidad no se ejercen responsablemente, predominan las relaciones de poder, falta de afecto y la violencia, entre otros tanto signos, como si fuera poco, muchas personas quieren sacar a Dios de sus hogares y dejar de lado el objetivo propio de formar una auténtica familia. 

Como cristianos católicos estamos llamados a dar vida a la familia, a nuestra familia, guardando sintonía con la doctrina de la Iglesia que defiende la familia "como Iglesia doméstica". San Juan Pablo II predicaba la familia como el lugar donde se muestran "los nuevos frutos de santidad... y un auténtico santuario del amor y de la vida".  Es una bendición expresar: “mi familia y yo”, “siento el calor de hogar donde todos, a pesar de los problemas, salimos adelante, nos apoyamos, dialogamos y nos comprendemos”; “en mi familia compartimos los momentos alegres y difíciles, vivimos la fe católica desde la vida sacramental, espiritual y pastoral”.  

Si nuestra familia es una gran bendición, hagamos todo lo posible por defenderla y preservarla, pero ¿cómo? Y si está lastimada, ¿qué hacer? 1)Servir al Señor” antes que a los ídolos del siglo XIX (plata, poder, placer), nuestro Dios es cercano y nos protege (ver Josué 42, 1ss), dejemos que Dios habite en nuestros hogares; 2) Ser dóciles los unos a los otros” entre los miembros de la familia por el amor que nos debemos, empezando por los esposos (ver Efesios 5, 21-32), lejos de nosotros odiar nuestra propia carne; 3) Hablar con sinceridad en momentos de dificultad como lo hizo Jesús quien, a pesar de que su lenguaje lo catalogan como duro, deja claro que sus palabras “son espíritu y vida” (ver San Juan  6, 60-69). No permitamos que las palabras desedificantes malogren las relaciones de fraternidad; si Jesús tiene palabras de vida eterna, ¿por qué no seguir este ejemplo del Maestro en la familia que no elegimos pero que, gracias a ella, somos bendecidos a pesar de las dificultades que se nos presenten día a día? Valoremos la presencia del “Santo consagrando por Dios” desde la familia, mi familia, tu familia. Amén.

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco

 

Píldoras litúrgicas (Comportamiento adecuado para participar en la Celebración Eucarística)

Conoceremos 12 reglas para aprovechar al máximo los grandes frutos espirituales que se reciben en la Misa:

3. No comer ni beber en la iglesia: Las excepciones serían: alguna bebida para niños pequeños o leche para los bebés, agua para el sacerdote o para los miembros del coro (con discreción) y para los enfermos.  Llevar comida a la iglesia no es apropiado, porque el templo es un lugar de oración y reflexión. (Tomado de: https://www.aciprensa.com/noticias/42196).

Gaudete et exsultate: Exhortación Apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo (19 de marzo de 2018)

Tu misión en Cristo: 29. “Porque las constantes novedades de los recursos tecnológicos, el atractivo de los viajes, las innumerables ofertas para el consumo, a veces no dejan espacios vacíos donde resuene la voz de Dios. Todo se llena de palabras, de disfrutes epidérmicos y de ruidos con una velocidad siempre mayor. Allí no reina la alegría sino la insatisfacción de quien no sabe para qué vive. ¿Cómo no reconocer entonces que necesitamos detener esa carrera frenética para recuperar un espacio personal, a veces doloroso pero siempre fecundo, donde se entabla el diálogo sincero con Dios? (…)”