El profeta Elías, luego de la amenaza a muerte de Jezabel, huye al desierto para salvarse; en medio de su desespero, desea morir y le pide a Dios que le quite la vida porque “no vale más que sus padres”, le queda sólo “dormir”. ¡Vaya escena! Más de un ser humano se identifica con Elías (ver 1 Re 19, 4-8). Cuando nos sentimos amenazados, queremos botar todo a la caneca de la basura, maldecimos lo que somos y hasta nos menospreciamos a nosotros mismos: ¿Por qué me pasa esto? ¡Pobre soy y pobre me quedaré! ¡Ya no hay que hacer, no tengo plata para estudiar! Este pensamiento pesimista no es propio de un cristiano. Dios siempre nos enviará un ángel que nos dé ánimo para seguir adelante en el camino por los desiertos, las pruebas y las dificultades que tengamos para continuar. En la vida hay mucho camino por recorrer, hay que levantarse, comer, beber; hay que tener la convicción de que Dios está siempre en medio de nuestros fracasos y lamentos.
Muchas de nuestras tristezas hacen daño al alma y nos desaniman cuando hay pruebas o retos por terminar. San Pablo habla de “no entristecer al Espíritu Santo de Dios”, por tanto, urge evitar sentimientos negativos como la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Al contrario, la vida tiene sentido cuando imitamos a Dios y tenemos los sentimientos de Cristo irradiados en el amor como “ofrenda y sacrificio agradable a Dios”.
Jesús no se deja llevar por las murmuraciones y los juzgamientos de los judíos, Él asume sus actos con responsabilidad y se fía de Dios en el desierto que le espera hablando con convicción: “Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios”. Cada vez que participamos de la Santa Misa, tenemos la fortuna de fortalecernos en nuestros desiertos gracias al pan vivo bajado del cielo, no hay que dudar cuando el sacerdote lo consagra, las palabras del Señor lo ratifican: “El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Somos discípulos de Jesús valorando su presencia eucarística, escuchando al Padre y creyendo en Él para tener vida eterna (ver Juan 6,41-51). Definitivamente, la comunión sacramental va de la mano de la comunión de vida con Jesús. Reflexionemos: ¿Comulgamos del Cuerpo del Señor conscientes de vivir su propuesta de vida eterna en la vida cotidiana?
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
Píldoras litúrgicas (Comportamiento adecuado para participar en la Celebración Eucarística)
Conoceremos 12 reglas para aprovechar al máximo los grandes frutos espirituales que se reciben en la Misa:
Regla 1. No usar el celular: No lo necesitas para hablar con Dios
Los teléfonos celulares nunca deben utilizarse en Misa para hacer llamadas o enviar mensajes de texto. Es posible contestar una llamada de emergencia, pero fuera del templo. Por otro lado, sí es posible usar el teléfono para lecturas espirituales u oraciones, aunque se debe ser discreto. (Tomado de: https://www.aciprensa.com/noticias/42196)
Gaudete et exsultate: Exhortación Apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo (19 de marzo de 2018)
Tu misión en Cristo: ¿Acaso el Espíritu Santo puede lanzarnos a cumplir una misión y al mismo tiempo pedirnos que escapemos de ella, o que evitemos entregarnos totalmente para preservar la paz interior? Sin embargo, a veces tenemos la tentación de relegar la entrega pastoral o el compromiso en el mundo a un lugar secundario, como si fueran «distracciones» en el camino de la santificación y de la paz interior. Se olvida que «no es que la vida tenga una misión, sino que es misión».