Es humano pensar en el bienestar personal, tener salud, vivir felices y alcanzar la inmortalidad. El domingo pasado veíamos cómo ─ofreciendo lo que tenemos para subsistir─ ayudamos a saciar el hambre del prójimo. Hoy el Señor enfatiza que el pan material ─aunque mantiene la vida biológica─ se acaba, es perecedero, y por ello es necesario trabajar por el “pan de vida eterna”. Para alcanzar el pan que dura y da vida eterna, tengamos en cuenta:
1) La lección recibida por los Israelitas que ─después del entusiasmo de la liberación en medio del desierto─ murmuraban contra Dios queriendo retornar a Egipto (tierra de esclavitud donde eran sometidos a trabajos forzados y maltratos físicos, pero recibían de comer). Dios Padre no respondió con un castigo ante tales murmuraciones, en vez de ello les dio codornices y maná, como prueba de fidelidad hacia ellos y ayuda para que aumentaran su fe en Él: «Este es el pan que el Señor os da como alimento». Esto mismo sucede con aquella persona que deja el pecado, los vicios o las pasiones ingobernables: comienza dichosa el camino de la libertad, siente nostalgia de la vida anterior, después murmura (“yo por qué dejé esto o dejé lo otro”) y luego pasa a quejarse contra Dios y contra los demás.
2) No actuar como “los paganos”, es decir, como aquellas personas ─apegadas a la oscuridad, la ignorancia, la dureza, la impureza y el engaño─ que, con sus costumbres y actitudes, nos alejan de Cristo; por el contrario, despojarnos del hombre viejo y renovarnos en nuestro espíritu y en nuestra mente. Nos ayuda la intención de querer cambiar, junto con la confesión de los pecados a través del sacramento de la penitencia.
3) Responder a la pregunta: ¿Por qué razones buscamos al Señor? El domingo pasado, aquellos cuya hambre física fue saciada por parte de Jesús acudían a él y querían proclamarlo “rey”, movidos por un interés meramente material y sin haber entendido su mensaje ni sus señales. Buscar a Jesús exige: a) Trabajar por el pan material cotidiano y por el pan de la vida eterna; b) Creer en Él y su propuesta del reino, es decir, hacer su obra.
4) Comulgar del pan eucarístico: “Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed”. Cuando venimos a la misa participamos de la identidad plena de Jesús como “Pan de vida”, nos despojamos de nuestro ser de pecadores, buscamos ser consecuentes con la fe y amor que le tenemos a Él, valoramos más la vida. Reflexionemos: ¿Somos coherentes con el proyecto de Jesús? ¿Comulgamos y somos eucaristía para los demás?
Píldoras litúrgicas – del Catecismo de la Iglesia Católica (CEC)
1147 Dios habla al hombre a través de la creación visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del hombre para que vea en él las huellas de su Creador. (18) La luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el árbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su proximidad. 1148 En cuanto creaturas, estas realidades sensibles pueden llegar a ser lugar de expresión de la acción de Dios que santifica a los hombres, y de la acción de los hombres que rinden su culto a Dios…
Gaudete et exsultate: Exhortación Apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo (19 de marzo de 2018)
Tu misión en Cristo: 26. No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro, desear el descanso y rechazar la actividad, buscar la oración y menospreciar el servicio. Todo puede ser aceptado e integrado como parte de la propia existencia en este mundo, y se incorpora en el camino de santificación. Somos llamados a vivir la contemplación también en medio de la acción, y nos santificamos en el ejercicio responsable y generoso de la propia misión..