Amós responde a Amasías: «No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos». Esta respuesta del profeta y cómo asume su misión en Israel nos invita a pensar quiénes somos ante los ojos de Dios y de los demás y la misión que tenemos en esta tierra. ¿Quién soy? Es la pregunta existencial más formulada sobre todo en momentos de crisis. La respuesta depende de la vida que cada uno lleve, con sus defectos y cualidades, acciones, pensamientos y sentimientos, sueños e ilusiones.
¿Por qué existo? ¿Para qué existo? ¿Cuál es el sentido de mi vida? Son cuestiones que complementan la realidad de nuestra existencia, pero falta la pregunta contundente: ¿Qué lugar ocupa Dios en mi vida? Podremos saber quiénes somos y para qué estamos en este mundo pero sin Dios no tiene sentido lo que digamos, sintamos o hagamos. (Ver Salmo 85). San Pablo compone toda una alabanza sobre quién es Jesús: El Hijo de Dios, bendecido, el que nos ha elegido antes de crear el mundo, por Él hemos recibido la redención y perdón de nuestros pecados, a Él tienden todas las cosas (todo se recapitulará en Él).
Jesús ─día a día─ nos llama a formar parte su vida y de su misión, como lo hizo con los Doce Apóstoles. Él sabe las limitaciones y fortalezas de quienes ha llamado, conoce su “yo interior”, sin embargo, los envía a evangelizar, les da autoridad sobre los espíritus inmundos y los instruye para que vayan con lo necesario a la misión (sin complicarse, lo más sencillos posible). Predicar, echar demonios, ungir y curar a los enfermos son milagros propios de la misión; Ojalá que en nuestro “yo interior” valoremos estas acciones propias de nuestra condición de bautizados. Qué dicha responder a la pregunta ¿Quién soy?: “Yo soy un predicador de la Palabra de Dios, yo lucho contra el maligno, yo consuelo a los que sufren, yo visito a los enfermos, yo hago el mayor bien a los demás”. Pero, si nuestra respuesta resulta vacía, Jesús “sacudirá en polvo de sus pies” para probar nuestra culpa o nuestra falta de responsabilidad frente a la misión apostólica y al sentido de vida terrena. Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
Píldoras litúrgicas – del Catecismo de la Iglesia Católica (CEC)
1144 “Así, en la celebración de los sacramentos, toda la asamblea es "liturgo", cada cual según su función, pero en "la unidad del Espíritu" que actúa en todos. "En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde según la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas”.
Gaudete et exsultate: Exhortación Apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo (19 de marzo de 2018)
Tu misión en Cristo: “20. Esa misión tiene su sentido pleno en Cristo y solo se entiende desde él. En el fondo la santidad es vivir en unión con él los misterios de su vida. Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor de una manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con él. Pero también puede implicar reproducir en la propia existencia distintos aspectos de la vida terrena de Jesús: su vida oculta, su vida comunitaria, su cercanía a los últimos, su pobreza y otras manifestaciones de su entrega por amor…”.