La solemnidad del nacimiento de san Juan Bautista es una oportunidad para recordar el llamado a la vida y la misión que cada uno tiene en esta tierra. Somos bendecidos al haber sido tejidos desde el vientre materno, de vivir y de luchar día a día por ser mejores personas, reconociendo que todo sacrificio vale la pena porque la vida misma depende de Dios, sin olvidar que uno mismo se labra su propio destino. Así nos lo da a entender el profeta Isaías quien sigue el llamado a ser profeta: “en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios”.
Los Hechos de los Apóstoles enfatizan en la vida de Juan, que le dio sentido a su corta vida como profeta: “Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias”. Juan, el Bautista, queda en la historia como el hombre que preparó el camino del Señor Jesús, camino que Dios Padre cuidó desde su nacimiento, en el vientre de Isabel, una mujer de avanzada edad cuyo esposo dudó del nombre de su hijo (Ver Lucas 1,57ss).
El nacimiento de un miembro de la familia debe ser un motivo de alegría, de esperanza. Qué orgullo para unos padres ver crecer un nuevo ser y qué grave responsabilidad levantar un ser humano, por ejemplo, educarlo en las virtudes, enseñarle el temor del Señor y mostrarle el camino de la felicidad en medio de tantos momentos de prueba, lástima que en muchos hogares no sea así.
Si Juan es la boca que grita la conversión y el dedo que señala a Jesús, nosotros también estamos llamados a ser la boca y el dedo de Juan cada vez que cambiamos para bien y que señalamos el camino que lleva a la vida eterna desde la misión y condición de vida que tenemos.
En este ambiente de fiesta por la conmemoración del nacimiento de Juan y en la coyuntura del mundial de fútbol felicitamos a todos los hombres que optaron por la vocación de ser padres; que su ejemplo, constancia y fe, fortalezcan las riendas de su hogar y encaminen así la felicidad de su familia. Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
PÍLDORAS LITÚRGICAS – DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (CEC)
1141 La asamblea que celebra es la comunidad de los bautizados que, "por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo para que ofrezcan, a través de todas las obras propias del cristiano, sacrificios espirituales". (11) Este "sacerdocio común" es el de Cristo, único Sacerdote, participado por todos sus miembros: La Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la cual el pueblo cristiano" linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (1 P 2, 9), (13) tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo.
Gaudete et exsultate: Exhortación Apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo (19 de marzo de 2018)
“17. A veces la vida presenta desafíos mayores y a través de ellos el Señor nos invita a nuevas conversiones que permiten que su gracia se manifieste mejor en nuestra existencia «para que participemos de su santidad» (Hb 12,10). Otras veces solo se trata de encontrar una forma más perfecta de vivir lo que ya hacemos.... Cuando el Cardenal Francisco Javier Nguyên van Thuân estaba en la cárcel, renunció a desgastarse esperando su liberación, su opción fue «vivir el momento presente colmándolo de amor»; y el modo como se concretaba esto era: «Aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria»”18. Así, bajo el impulso de la gracia divina, con muchos gestos vamos construyendo esa figura de santidad que Dios quería, pero no como seres autosuficientes sino «como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1 P 4,10). Bien nos enseñaron los Obispos de Nueva Zelanda que es posible amar con el amor incondicional del Señor, porque el Resucitado comparte su vida poderosa con nuestras frágiles vidas: «Su amor no tiene límites y una vez dado nunca se echó atrás. Fue incondicional y permaneció fiel. Amar así no es fácil porque muchas veces somos tan débiles. Pero precisamente para tratar de amar como Cristo nos amó, Cristo comparte su propia vida resucitada con nosotros. De esta manera, nuestras vidas demuestran su poder en acción, incluso en medio de la debilidad humana»”.