¡Ya inició el mundial Rusia de 2018! Gran parte del país tiene la confianza puesta en la selección que se enfrentará a Japón, Polonia y Senegal en la primera ronda del grupo. Hoy hemos ejercido el derecho al voto para elegir a la persona de confianza que recibirá el mandato como presidente de la República de Colombia, el país del Sagrado Corazón de Jesús.
La confianza es la seguridad o esperanza que tenemos hacia una persona, un colectivo de personas o hacia algo; es el ánimo que tenemos frente a lo que hablamos y se hacemos. Se trata, así mismo, de un don tan maravilloso y esencial que a ninguno nos es indiferente, hasta el maligno busca ganarse la confianza de los creyentes. Qué bueno encontrar personas en las cuales podamos depositar un voto de confianza, porque conocemos su proceder y sus capacidades, hasta el punto en el que sabemos qué podemos esperar de ellas y tenemos cierto grado de certeza en que no nos van a defraudar. Qué bueno gozar de la confianza de los otros, en especial de quienes amamos.
En este punto es importante que cada uno de nosotros se pregunte si es una persona digna de confianza, teniendo en cuenta que alguien se siente seguro y espera de nosotros cuando nos hemos dado a conocer me manera genuina (tal como Dios se dio a conocer), cuando decimos lo que hacemos y hacemos lo que decimos, de modo que nuestro testimonio nos respalda, cuando actuamos en coherencia con lo que esperamos de otros y de nosotros mismos. Cuando defraudamos la confianza, estamos frustrando la esperanza, desvaneciendo la fe y quebrantando los cimientos del amor, estamos dejando inertes e infecundas las semillas del reino de Dios.
Las lecturas de hoy evocan la actitud de rescatar la confianza en Dios que, en el relato de Ezequiel, viene a restaurar al pueblo de Judá: “Yo el Señor lo he dicho y lo haré” (año 558 a.C.). San Pablo une la confianza a la fe, que consiste ─desde nuestra integridad de alma y cuerpo─ en agradar a Dios porque al final de la vida “todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el premio o castigo por lo que hayamos hecho…”. Agradar a Dios es un acto propio del cristiano que implica confiar totalmente en su Palabra y permitir que ella nos lleve del dicho al hecho. Las personas que actúan de acuerdo a la fe que profesan siempre serán de confiar.
Jesús pone su total confianza en el reino del Padre celestial, del cual habla claramente a través de dos parábolas: la de la semilla y la del grano de mostaza. Si los campesinos confían que toda semilla que crece en el campo es un misterio de la obra divina hasta recoger pacientemente sus frutos, cuánto más nosotros debemos confiar en el reino de Dios siendo conscientes de nuestra “humana semilla” en la cual Él sigue, misteriosamente, haciendo su obra. Por tanto, no podemos adelantar los procesos de la vida propia y la de los demás, Dios hace su obra todos los días hasta que nos llame a la vida plena, a la hora 25. Amén.
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
PÍLDORAS LITÚRGICAS – DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (CEC)
1136 La Liturgia es "acción" del "Cristo total" (Christus totus). Los que desde ahora la celebran, más allá de los signos, participan ya de la liturgia del cielo, donde la celebración es enteramente Comunión y Fiesta.
1139 En esta Liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos.
1140 Es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza quien celebra (la Liturgia): "Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es 'sacramento de unidad', esto es, pueblo santo, congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos”.
Gaudete et exsultate: Exhortación Apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo (19 de marzo de 2018)
“16. Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. Por ejemplo: una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: «No, no hablaré mal de nadie». Este es un paso en la santidad. Luego, en casa, su hijo le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta a su lado y escucha con paciencia y afecto. Esa es otra ofrenda que santifica. Luego vive un momento de angustia, pero recuerda el amor de la Virgen María, toma el rosario y reza con fe. Ese es otro camino de santidad. Luego va por la calle, encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con cariño. Ese es otro paso”.