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Comentario a las lecturas del Domingo

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Santisima Trinidad - Ciclo B 27 de mayo de 2018

Nuestro proyecto de vida requiere de una identidad propia y cada quien pone sello a su existencia. “Identidad” viene del latín “identitas” de la raíz “ídem” (lo mismo). Cuando hablamos de la identidad no sólo nos referimos a las características de la personalidad sino a lo que perciben los demás de cada uno (necesidades, gustos, acciones, factores hereditarios, género, corporeidad, raza, lengua, cultura, deporte, religión, etc.).  Nosotros, los creyentes tenemos ─por el bautismo─ la identidad de cristianos y profesamos la fe católica, pero ¿qué tan conscientes somos de esa identidad espiritual que nos debe caracterizar en medio de este mundo cada vez más sincretistay poco religioso?

La solemnidad de la Santísima Trinidad nos recuerda la identidad propia de nosotros, católicos: creemos en un mismo (ídem) Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien invocamos desde pequeños al persignarnos con la señal de la cruz, aún en los momentos de prueba que se nos presentan. El misterio insondable de Dios nos enseña que Él es único, que creó al hombre, que eligió a un pueblo ─Israel─ para que cumpliera sus mandatos y esta nación fuera feliz (ver Deuteronomio 4,32-34.39-40). A Dios todos lo podemos invocar con el nombre de Abbá (Padre) como lo hizo Jesús, gracias a la presencia del Espíritu Santo actuando en nosotros (ver Romanos 8,14-17).

Jesús nos enseña que toda obra que hagamos no se puede cumplir si no es por el mandato de Él en medio de la totalidad del universo (cielo y tierra); su poder y autoridad están centralizados en la Santísima Trinidad (ver Mateo 28,16-20); Dios, Uno y Trino, es la razón de nuestra identidad cristiana y la misión de la Iglesia en el mundo. Nuestra vida depende de Dios en todo y a Él debe tender todo, por tanto, nos queda enseñar y testimoniar a los demás nuestra experiencia de fe en el misterio de Dios, Uno y Trino con la seguridad que Él estará siempre a nuestro lado, así nos cueste sentirlo, solo la fe puede ir más allá de nuestras propias dudas y razonamientos. Dios existe, Dios es Él, su riqueza es el amor, la unidad, la salvación, la vida eterna.  Amén.

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco


Gaudete et exsultate: Exhortación Apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo (19 de marzo de 2018)

12. Dentro de las formas variadas, quiero destacar que el «genio femenino» también se manifiesta en estilos femeninos de santidad, indispensables para reflejar la santidad de Dios en este mundo. Precisamente, aun en épocas en que las mujeres fueron más relegadas, el Espíritu Santo suscitó santas cuya fascinación provocó nuevos dinamismos espirituales e importantes reformas en la Iglesia. Podemos mencionar a santa Hildegarda de Bingen, santa Brígida, santa Catalina de Siena, santa Teresa de Ávila o santa Teresa de Lisieux. Pero me interesa recordar a tantas mujeres desconocidas u olvidadas quienes, cada una a su modo, han sostenido y transformado familias y comunidades con la potencia de su testimonio.13. Esto debería entusiasmar y alentar a cada uno para darlo todo, para crecer hacia ese proyecto único e irrepetible que Dios ha querido para él desde toda la eternidad: «Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1,5)”.