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Comentario a las lecturas del Domingo

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Tercer Domingo de Pascua (Ciclo B) 15 de abril de 2018

¿Si la Pascua es el paso de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, qué tan conscientes somos de la realidad del pecado que es muerte en vida para muchos ─cristianos o no cristianos─? Muchos hermanos andan (“o andamos”) como “zombies”, porque el demonio nos acecha, nos tienta y nos somete de diversas maneras, hasta en las redes sociales cuando éstas no son bien enfocadas en su manejo.

¿Qué debemos hacer entonces para vivir una auténtica pascua? San Juan, en su primera carta (2, 1-5), nos ruega que no pequemos y que tengamos firmeza en el cumplimiento de los mandamientos, porque creemos en el Justo y permanecemos en Él; de lo contrario, somos unos “mentirosos”. Aunque nadie le gusta que le digan “mentiroso”, a la hora del té es cierto porque podemos tener una aparente fe en el Resucitado y a la vez el alma llena de pecados veniales y/o mortales.  

La Pascua nos anima a dejar el pecado y acoger la presencia del Resucitado, tal como como lo dice san Pedro en su segundo discurso kerigmático: «Arrepiéntanse y conviértanse, para que se borren sus pecados» (ver Hechos 3, 13-19). El pecado no es un fantasma, es una realidad presente en nuestra vida y Jesús vino a traernos la paz que resulta de esa lucha interna por vencer toda tentación, como Él la venció al morir en el madero de la cruz y al resucitar. Nos puede pasar lo mismo que a los Apóstoles cuando el Señor se les apareció: estamos llenos de dudas en nuestro interior porque nos cuesta creerle a las Sagradas Escrituras que hablan de la muerte redentora del Señor (ver Lucas 24, 35-48).  

La Iglesia, usted, yo, en el nombre del Señor no nos cansaremos de predicar la conversión y el perdón de los pecados, y nosotros, somos testigos de este sublime llamado. El lado oscuro de nuestra vida (pecado) se supera por la resurrección del Señor, Él no se desentiende de nuestra frágil humanidad (come un trozo de pescado asado) porque comparte con nosotros en cada celebración eucarística y nos alimenta con su palabra y pan de vida. Su presencia hace que dejemos de ser “zombies” espirituales y nos convirtamos en verdaderos hijos de Dios. Amén.

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco

 

Mensaje del papa Francisco para la Pascua 2018

 Nosotros, cristianos, creemos y sabemos que la resurrección de Cristo es la verdadera esperanza del mundo, aquella que no defrauda. Es la fuerza del grano de trigo, del amor que se humilla y se da hasta el final, y que renueva realmente el mundo. También hoy esta fuerza produce fruto en los surcos de nuestra historia, marcada por tantas injusticias y violencias. Trae frutos de esperanza y dignidad donde hay miseria y exclusión, donde hay hambre y falta trabajo, a los prófugos y refugiados —tantas veces rechazados por la cultura actual del descarte—, a las víctimas del narcotráfico, de la trata de personas y de las distintas formas de esclavitud de nuestro tiempo”.