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Comentario a las lecturas del Domingo

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Segundo Domingo de Pascua (Ciclo B) 8 de abril de 2018

Durante este segundo domingo de pascua y con ocasión de nuestra fiesta patronal ─cuya conmemoración es el 7 de abril─, daremos inicio a la visita pastoral de nuestro Vicario Episcopal, monseñor Julio Solórzano; todos los hermanos de las comunidades y ministerios reunimos para acogerlo y darle a conocer con alegría los frutos de nuestro trabajo en pro de la evangelización de la comunidad parroquial de San Juan Bautista De La Salle. Como esta, hay visitas que anunciadas marcan nuestra vida y nos mueven a esmerarnos por ser buenos anfitriones. Asimismo, hay visitas inesperadas que nos impactan, ya sea positiva o negativamente. ¿Hemos vivido una situación así? ¿Cómo reaccionamos en ese momento? ¿Qué sentimientos causó ese acontecimiento?

En el marco de la Pascua, Jesús resucitado visita de manera inesperada a sus discípulos que están con las puertas cerradas, temerosos de los judíos. Ellos no estaban preparados para recibir al hombre que había muerto en la cruz y ya tenían barreras para recibirlo. En el relato de Juan, Tomás resulta ser el hombre al que le cuesta creer en la visita del Señor que da la paz y sopla el aliento de vida sobre los discípulos para enviarlos a perdonar o retener los pecados. Tomás no se fía del testimonio de los apóstoles, quiere creer desde su propia humanidad, ansía ver pruebas, desea que Jesús se muestre. Así se cumple aquel dicho que reza: “Hasta no ver no creer”. Cuando Tomás ve a Jesús ─en la segunda visita─ sí es capaz de creer y desde la profundidad de su alma sobrecogida pronuncia estas palabras que marcan nuestra vida cristiana: «¡Señor mío y Dios mío!».

Ver al resucitado es dar el testimonio de la primera comunidad cristiana donde brillaba la solidaridad entre hermanos; es amar a Dios Padre testimoniando ese amor en el cumplimiento de los mandamientos; es despertar la fe y edificarla desde creer en el Resucitado sin verlo; es el milagro más grande en la vida de cada uno de nosotros: creer aún sin verlo cara a cara, sentir su visita domingo a domingo, sentirlo en cada acontecimiento de la vida, en cada obra de misericordia que practiquemos; en cada sacramento que celebremos, en cada oración que hagamos, en fin, nosotros somos dichosos, sólo nos queda decir en este día de fiesta patronal: “Señor de la misericordia, aumenta nuestra fe en Ti”. Amén.    

José A. Matamoros G. Pbro.

Párroco