La alegría del gran acontecimiento de la Pascua debe enmarcar nuestra razón de ser como cristianos, porque el Señor ha vencido a la muerte y con ello ha iniciado una nueva página en la historia. Proclamemos esta verdad, tal como Pedro, Pablo y María Magdalena: El Señor ¡HA RESUCITADO! San Pedro, ante un auditorio no judío, resume la vida pública de Jesucristo e insiste en el bien que hizo, en su Muerte y Resurrección; además, tiene la responsabilidad de predicarlo ante el pueblo y de testificar que este hombre, Jesús de Nazaret, ha sido constituido por Dios “Juez de vivos y muertos”. San Pablo realza que los bienes del cielo sólo nos vienen del Resucitado y a ellos debemos apuntar en todo nuestro proyecto de vida porque ella “está con Cristo escondida en Dios”.
La tumba vacía verifica la costumbre en Palestina de visitar la tumba de un ser querido hasta tres días después del entierro. Los amigos de Jesús no podían ir el sábado porque quebrantarían el descanso del sábado. Fue así como el primer día de la semana (domingo), María Magdalena fue de madrugada a la tumba de Jesús y quedó asombrada al ver que estaba vacía, de inmediato salió a la ciudad a buscar a Pedro y al discípulo amado. Ellos, al enterarse, van corriendo hacia el sepulcro, ven las vendas y el sudario en el suelo, enrollado en un lugar aparte, Pedro deduce que el cuerpo ya no está; en cambio, el otro discípulo vio un signo de la Resurrección, “creyó” y valoró la acción de Dios Padre.
¡Cristo está resucitado, ha vencido a la muerte! Gozo y alegría deben impregnar nuestros corazones, aprendamos a dar el paso propio de la Pascua: ¡Vivamos la alegría de la Resurrección en esta Cincuentena Pascual!
Para meditar: ¿Qué importancia tiene la Resurrección del Señor en mi vida?¿En qué creo debo dar testimonio de la Resurrección del Señor?
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco