Damos gracias a Dios por nuestras madres, porque con su amor desinteresado y firme fe nos han enseñado a fijar la mirada hacia el cielo donde está Jesús a la derecha de Dios y a quien esperamos en su segunda venida. El Señor les siga concediendo espíritu de sabiduría para que nos ayuden a comprender cuál es la esperanza a la cual estamos llamados como hijos. Que la fuerza del evangelio se vea plasmada en la dedicación de tantas madres que siguen luchando para que, nosotros como hijos, no desfallezcamos en esa búsqueda del sentido por la vida temporal y eterna. El Padre celestial conceda el descanso eterno a aquellas madres cuya memoria hoy recordamos y que, de una u otra manera, dejaron huellas de fe, esperanza y caridad en muchos hogares que aún, hoy día, guardan en sus corazones el amor de Dios y llevan en su obrar el evangelio de Jesucristo. Feliz Día Madres ¡Bendiciones para todas!
José A. Matamoros G. Pbro.
Párroco
Gaudete et exsultate: Exhortación Apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo (19 de marzo de 2018)
“8. Dejémonos estimular por los signos de santidad que el Señor nos presenta a través de los más humildes miembros de ese pueblo que «participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad». Pensemos, como nos sugiere santa Teresa Benedicta de la Cruz, que a través de muchos de ellos se construye la verdadera historia: «En la noche más oscura surgen los más grandes profetas y los santos. Sin embargo, la corriente vivificante de la vida mística permanece invisible. Seguramente, los acontecimientos decisivos de la historia del mundo fueron esencialmente influenciados por almas sobre las cuales nada dicen los libros de historia. Y cuáles sean las almas a las que hemos de agradecer los acontecimientos decisivos de nuestra vida personal, es algo que solo sabremos el día en que todo lo oculto será revelado»9. La santidad es el rostro más bello de la Iglesia. Pero aun fuera de la Iglesia Católica y en ámbitos muy diferentes, el Espíritu suscita «signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo». Por otra parte, san Juan Pablo II nos recordó que «el testimonio ofrecido a Cristo hasta el derramamiento de la sangre se ha hecho patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes». En la hermosa conmemoración ecuménica que él quiso celebrar en el Coliseo, durante el Jubileo del año 2000, sostuvo que los mártires son «una herencia que habla con una voz más fuerte que la de los factores de división»”.